martes, 24 de febrero de 2009

TAREA 2




CARTAS A UN MAESTRO



Beatriz Ocaña


Mi estimada Eulalia,

Te escribo esta carta para contarte que las cosas me van bien, después de todas las horas que pasaste ayudándome a elegir el camino que yo te dije que quería tomar; después de las horas que pasaste buscando información, orientándome; al final he cambiado radicalmente, en el último segundo algo en mí me hizo elegir “ser maestra”. Quizás, después de pasar tanto tiempo contigo, pensé que el mundo necesita más profesoras como tú, y aunque nunca me podré comparar contigo (ni quiero), sí eres un ejemplo para mí, lo has sido como alumna, como persona y lo serás como maestra.

Porque tú siempre eras un modelo a seguir en las clases: nos hacías comprender la vida, que todo lo que hacíamos debíamos hacerlo pensando en lo que realmente queríamos hacer en la vida, nos enseñaste a mirar al futuro y ver su importancia. Nos enseñaste que trabajar duro es lo único que nos puede hacer alcanzar nuestros sueños y hacernos sentir realizados, trabajando siempre al máximo, haciendo cualquier cosa lo mínima que fuera lo mejor que pudiéramos, porque nadie puede levantarte mejor que tú mismo si caes algún día, y todos caeremos.

Tú tenías esa mesura de saber hasta cuando darnos la mano, de conseguir ese “utópico” trato amigable entre profesor-alumno. Eras nuestra amiga, nos sentíamos a gusto de hablar de las cosas más informales contigo, pero siempre supiste poner el límite, aunque amiga y compañía deseada, eras esa persona a la que respetábamos por encima de todo, y ese respeto que nos infundías (que nada tenía que ver con el miedo sino con la admiración) nos hacía incluso actuar porque tú nos lo habías recomendado.

Tus clases se convirtieron en un lugar agradable, tanto que no sólo los que pasaban de ir a todas las clases, sino alumnos de otras clases se colaban a escucharte pasando divertidos momentos como la profesora de Lengua perpleja al ver que gente de su clase estaba allí y preguntar intrigada que hacían, recibiendo la respuesta tan natural: “Estamos con Eulalia, ¿qué pasa?”.

Sin recordar que lo que pasaba es que era tan difícil verlos en clase que verlos en su tiempo libre en clases que no les pertenecían era un golpe muy fuerte para sus profesores, aunque grato imagino.

Tú siempre convertías cualquier tema de conversación nuestro en debate, en enseñanza. Llevabas las conversaciones a tu terreno llenándonos de curiosidad, terminando todos buscando información sobre el tema y llevándola al día siguiente para seguir conversando contigo.

Un saludo, de una alumna que te admira





Daniel Valladolid


Querido Don José María,

Me acuerdo de aquellas tardes de verano, en las cuales nos dejabas disfrutar de horas y horas de patio, en dónde jugábamos al fútbol. También me gustaban mucho sus clases de Conocimiento del Medio, aunque nos exigías mucho, pero íbamos con muchas ganas a saber cosas de animales y plantas.

Lo malo eran las clases de Matemáticas, en dónde si fallabas iban y venían las collejas. Y como te contestáramos mal por darnos o dijéramos algo, encima una nota para mi familia y copiar mil veces “No gritaré en clase”. Porque la letra con sangre entra.

Lo que me gustaba era cuando tenías profesoras de prácticas que venían con ganas de aprender de usted y con ganas de enseñarnos nuevas cosas con sus nuevos métodos y no con los métodos del siglo pasado de Don José María.





Agata Krot

Querida Mari Paz,

Han pasado ya bastantes años desde la última vez que nos vimos, pero todavía recuerdo con mucho cariño tus clases. No era difícil atender en ellas, siempre nos mantenías intrigados a pesar de que la materia era bastante dura.

En muchas ocasiones nos preguntábamos como era posible que tuvieras respuestas para todo y lo supieras todo, ni siquiera necesitabas un libro de texto para consultar, tenías las cosas claras y todos lo sabíamos.

¿Recuerdas cuando te preguntamos cómo conseguías mantenernos así? Cuando en las demás clases teníamos fama de “bichejos-habladores”, Tu respuesta fue: “os observo”. Todos pensamos qué cómo era posible que con simples miradas tus clases nunca fueran monótonas… Decías que era muy importante fijarse en la expresión corporal de las personas, porque a veces una mirada o un gesto podían esconder sentimientos, emociones o pensamientos que en silencio gritaban a voces… y así era, cuando alguien comenzaba a agitar su lápiz o dejaba perdida su mirada en el infinito durante tu exposición, nos sorprendáis con algún ejemplo sorprendente que nos dejaba asombrados y muertos de ganas de conocer su porqué.
Cuando alguien por lo que sea venía más triste a clase, entre diálogo y diálogo siempre recibía una sonrisa casi escondida que sólo le llegaba a él y le ayudaba a sentirse mejor.

Sentíamos que nos conocías, que no importaba como éramos, que nunca juzgarías nuestros aspectos negativos… no había juicios en tu clase.
Estabas para enseñarnos un montón de cosas interesantes, para ayudarnos, para entendernos, escucharnos…

Por último quería decirte que en aquel momento no me paré en pensar lo mucho que influirías en mi futuro, sin embargo aquí estoy redactando a través de esta carta mi “ideal de profesor” usándote como modelo e intentando seguir tus pasos.

Por todo eso, te dedico el más humilde GRACIAS.




Carlos Amor


Querido Don Julián,

Varios años después de haber recibido las clases de ciencias naturales que impartió usted a lo largo de mi B.U.P., me encuentro en la situación de estar formándome para ser maestro. Y en mi búsqueda de modelos y referentes a los que tratar de seguir, usted es una de las primeras personas que me vienen a la mente.

Cuando reflexiono sobre los tipos de maestro que puedo considerar como válidos, usted es el tipo que creo que yo podría llegar a ser. Usted era el tipo de profesor que imponía respeto, apenas necesitaba levantar excesivamente la voz o imponer castigos para imponerse a la clase. Solo su presencia y el tono de voz serio que mantenía en clase desde el primer día de curso conseguía mantener el orden y poder impartir la clase de forma ordenada.

Por otro lado la forma de dar la asignatura era amena, la hacía interesante y nos presentaba retos que captaban nuestra atención. Motivaban sus vastos conocimientos de la materia que nos permitían preguntarle dudas y curiosidades que tal vez estaban fuera del temario del curso, pero que difícilmente quedaban sin respuesta.
Si algún día llego a dar clases me gustaría poder hacerlas de una forma parecida a como lo hacía usted, aunque por supuesto a mi manera.





Pilar Pastor


Tras años sin saber de mí le envío esta carta en calidad de antigua alumna suya. Fue hace muchos años, tantos que no recordará. Usted me dio 3º de EGB y yo era una tímida niña que pasaba inadvertida. Buena estudiante, aplicada y todo lo que un profesor desea para demostrarse a sí mismo lo buen profesor que era cuando realmente nunca me lo pareció. Nunca tuvo que mandarme callar porque en cuanto entraba por la puerta tenía que tragar saliva y serenar mis nervios de lo asustada que estaba. Además el resto de mis compañeros me servían de ejemplo de lo que me podía pasar si hablaba en clase: sufría viéndolos castigados contra la pared durante horas. Cómo los humillaba cuando alguno de mis compañeros no se sabía la lección diciéndole todo tipo de lindeces como que su futuro estaba en barrer las calles de nuestra ciudad. Cómo el día que teníamos gimnasia no me atrevía a desayunar por miedo a vomitarlo todo durante la clase. Mis nervios en el estómago eran enormes. El miedo a fallar o a no entender bien lo que teníamos que hacer impedía todavía más a concentrarme y los insultos que recibí fueron continuos. Si no recuerda alguno yo lo haré por usted: “Corres como un pato mareao”. Ese era muy común. Aunque pensándolo bien usted era muy democrática y no sólo me insultaba y humillaba a mí sino a todo el que se pusiera por delante.

Yo jamás entendía cómo cuando iba mi madre a hablar con usted, le oía perfectamente, porque yo estaba delante, lo buena estudiante que era, “que no daba guerra”, claro sinónimo de que era una alumna ejemplar. Pero realmente era el miedo lo que me bloqueaba y me impedía ser yo misma. Aunque probablemente usted lo llame disciplina de clase.
Me llamaba la atención que esos halagos nunca los emitía en clase donde todo eran reproches y castigos. Consiguiendo que mi autoestima estuviera por los suelos.

Con los años descubrí que ese año fue especialmente duro para usted porque tenía un hijo de corta edad con un serio problema de salud. Probablemente esa tensión permanente que transmitía en las clases se debiera a ello. Pero, sinceramente creo, que si realmente se preocupase por sus alumnos en motivarles, enseñarles y desarrollar sus habilidades de tan corta edad, hasta en esa dramática situación de su vida usted habría sabido controlarse.

Yo era una niña muy imaginativa y cuando jugaba a ser mayor deseaba ser profesora y mis muñecas que eran mis alumnas tan calladas y tan ejemplares como yo misma. Me servían para descargar mi ansiedad y como usted, también las castigaba, las insultaba y pegaba, con capones o con tirones del pelo como usted me enseñó. Mi Madre y mis hermanos tuvieron que explicarme que eso no lo podía hacer una profesora, pero entonces, ¿porqué la mía sí lo hacía?.

Con 8 años es muy difícil recordar detalles de la vida cotidiana y quizás sus clases me han servido para desarrollar una buena memoria porque recuerdo aquel curso con bastante nitidez. Recuerdo miedo a hablar en clase, a fallar en alguna pregunta de clase, a no saltar el potro en gimnasia. Recuerdo nervios en el estómago antes de entrar a clase y mucho alivio al salir. Recuerdo sentir pena por mis compañeros que eran castigados, pegados y humillados porque yo podía ser una de ellos.

Quizás esta no es la carta que una profesora espera jamás de un alumno. Pero gracias a verdaderos profesores que he tenido en mi vida con el paso del tiempo, he sido capaz de ser yo misma, de quitarme el miedo al castigo y a subir mi autoestima con preguntas y dudas al profesor, pero claro, a un verdadero profesor me refiero…..

Su alumna, Pilar.





Santi Rodríguez

Querida Dulce,

A pesar de los años transcurridos, aún recuerdo sus clases. Tenía mucho sentido del humor y nos hacía las clases alegres y divertidas. A menudo aprendíamos por medio de juegos.

Llegamos a participar en un concurso nacional de Educación Vial y realizamos muchas actividades extraescolares sobre el tema con las que aprendimos y nos divertimos mucho.

Se preocupaba tanto por los que iban bien en clase como con los que tenían problemas para aprender. No dejaba de lado a nadie.

Por eso y otras muchas cosas, sabemos que los profesores que educan con dedicación, motivación, interés y sentido del humor (aparte de otros valores positivos) dejan huella entre sus alumnos. Por tanto, me gustaría llegar a ser un profesor tan bueno como lo fuiste tú.


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RESPUESTAS DEL GRUPO KLEKS

1. Reflexión sobre la carta de Margaret Metzger:

Tras leer la carta de Margaret Metzger podemos deducir que para ella lo que hace a un buen docente es la capacidad que tiene para enseñar a aprender a aprender a los alumnos, es decir a hacerles dueños de su aprendizaje. Otro de los aspectos que menciona propios de los buenos maestros es la profunda dedicación de éstos y el hecho de que se involucren en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Pensamos que todos estos aspectos estaban en la profesora a la que dedicamos nuestras cartas. Consideramos que estaba pendiente de nosotros para que jamás perdiésemos la motivación y el interés y que quisiésemos aprender, ese es el requisito indispensable para que el aprendizaje se produzca. Mantener esa motivación en nosotros incrementaba nuestras ganas de querer aprender.

El hecho de observarnos constantemente, mirarnos, crear materiales para nosotros (no teníamos libro de texto), manifiesta la dedicación de la que habla Margaret… ya que para ella el buscar materiales extra suponía un esfuerzo que estaba dispuesta a hacer porque sabía que tendría un bien resultado y finalmente los consejos que propone para conseguir una enseñanza efectiva: compromiso e involucración social, tener un lugar especial para trabajar, no propiciar rumores y rodearse de personas que tengan un buen sentido de humor son consejos que nos sirven a todos, no sólo a los profesionales de la enseñanza sino a cualquier persona sea cual sea su cargo.



2. ¿Cuáles crees que son las características de los buenos y los malos maestros?

En nuestra opinión los buenos maestros han de tener una serie de características personales y profesionales específicas:

Son muchas y muy diversas, citaremos las que consideramos más importantes:

- Tener un equilibrio emocional
- Mostrar una actitud positiva y de respeto.
- Actuar de forma individual con cada alumno partiendo de sus características y necesidades concretas, respetando los diferentes ritmos de aprendizaje.
- Tener buen sentido de humor
- Estar motivados a la enseñanza
- Ser un buen dialogador y comunicador
- Tener iniciativa
- Saber y querer trabajar en equipo
- Tener capacidad de empatía
- Ser tolerante
- Ser capaces de crear un clima de confianza y seguridad en el aula en el que se propicie la participación activa de los alumnos.
- Creer en el progreso, en que se puede mejorar en todo y querer prepararse debidamente a ello.
- Ser buen observador.
- Debe realizar constantes reflexiones e investigaciones en el aula con el fin de incrementar la calidad de la enseñanza.
- Manejar diferentes estrategias y métodos: de comunicación, de manejo de aula, de aprendizaje, etc.
- Conocer los contenidos de la asignatura, saber exponerlos.
- Preparar actividades que realmente persigan los objetivos propuestos.
- Permanecer en una formación continua,
- Buscar nuevas formas eficaces de trabajar
- Saber adaptar los contenidos a las actividades
- Saber motivar y automotivar a los alumnos para que aprendan a aprender.
- Conocer las rutinas escolares y las actitudes típicas y atípicas de los alumnos ante determinadas situaciones sociales.
- Tener en cuenta a otros profesionales e instituciones y acudir a ellas en el caso de que fuera necesario.

En cambio consideramos que los malos maestros carecen de muchas de las características anteriormente expuestas.


3. ¿Qué características de ambos perfiles podemos tener en cuenta para una enseñanza efectiva?

Evidentemente todas las consideradas positivas puesto que un buen profesor será capaz de incrementar la calidad de la enseñanza. Aquí hemos de mencionar también la importancia de la familia, del contexto y del centro educativo en el proceso de enseñanza aprendizaje. Todos esos factores han de converger para una verdadera enseñanza efectiva.

Las características del buen profesor (ser un buen dialogador, colaborar con otras instituciones, trabajar en equipo…), favorecen esa convergencia ya que influyen en la relación que se establece con los otros factores. Y una buena relación es la garantía absoluta para el éxito.


4. Si le preguntásemos a un niño sobre su maestro preferido, ¿qué cualidades crees que destacaría de él? ¿Recuerdas tú las mismas de algún maestro?

Pensamos que los niños se fijarían más en aspectos emocionales tales como que sea divertido, graciosos, que les trate bien y les haga sentirse únicos, “especiales y capaces de”, que les ayude… pero también que proponga unas actividades interesantes para que sus clases no sean aburridas, que sea justo y que no tenga alumnos favoritos (nombrar diferentes responsables de la clase o ayudantes, que nos siempre pregunte a los mismos, etc.).

En nuestra opinión, creemos que todos nosotros queríamos un profesor así, no todos conseguían serlo, o no en todos los momentos del día, en algunas clases, como por ejemplo en la clase de inglés nos lo pasábamos muy bien, hacíamos dramatizaciones, cantábamos… esta era la forma en la que aprendíamos… pero esa misma profesora en clase de lengua cambiaba completamente, abríamos los libros de texto y no había cabida para canciones o dramatizaciones. Nuestro “buen profesor” no lo era siempre, aún así esperábamos ansiosos sus clases.


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